Los accidentes nucleares son un ejemplo de desastre ambiental. Ellos a menudo son debidos a la negligencia del hombre. De hecho, la mayoría de los desastres nucleares ocurridos desde los años cincuenta, durante los cuales nacieron las primeras plantas nucleares, han sido provocados por imprudencia, negligencia, errores humanos y carencia de medidas de seguridad apropiadas. Por ejemplo, el desastre nuclear de la planta Three Mile Island en Pennsylvania ocurrido en 1979, catalogado como nivel 5 en la escala INES, y el de Chernobyl en 1986, el cual ha sido definido como el peor y más desastroso de la historia y clasificado con el máximo nivel de la escala INES (nivel 7). El desastre de Chernobyl demostró como la tecnología puede fracasar y acarrear consecuencias fatales para la naturaleza y el mismo hombre. De hecho, la nube de materia radiactiva no sólo contaminó a Ucrania, Rusia y Bielorrusia, sino también a toda Europa. Esta contaminación radiactiva afectó y continuará afectando a varias poblaciones, ya que ha aumentado el índice de casos de cáncer, leucemia, malformaciones congénitas y otras graves enfermedades.
Recientemente, el desastre nuclear ocurrido en la planta de Fukushima, en Japón, en marzo de 2011, fue provocado por fenómenos naturales como el terremoto y el tsunami, pero en este caso el desastre también fue debido a la negligencia del ser humano, el cual no fue capaz de dirigir de la mejor manera dicha central nuclear, aplicando eficientemente las medidas de seguridad necesarias, llevando a cabo los trabajos de manutención adecuados y, sobre todo, construyéndola en un lugar más seguro y que no se encontrara en proximidad del mar y, además, en una nación con un alto riesgo de terremotos y tsunamis.